Pablo Paniagua - Escritor
Literatura Indie*

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ABRAXAS

 

1.
        Mi padre, con catorce años, fue el ayudante del doctor Josef Mengele en la enfermería del campo de concentración de Auschwitz II Birkenau, Polonia. Muchos alemanes, cuando Adolf Hitler llegó al poder, repudiaban a los judíos porque los creían no asimilables, además de racistas, pues generalmente sólo se mezclaban por consanguinidad con los suyos, no abandonaban sus costumbres, vivían en sus propias barriadas, tenían sus colegios, su forma de vestir, una cultura diferente y permanecían en Alemania sintiéndose judíos antes que alemanes. En los tiempos posteriores a la Primera Guerra Mundial, con la devaluación del marco y la desocupación laboral, ganaron peso en la economía del país mientras que el grueso de los ciudadanos empobrecía, y el pueblo judío alemán era percibido, en consecuencia, como un grupo extraño que aumentaba su poder a costa de una Alemania derrotada. A esto había que sumar la afirmación de “ser el pueblo elegido de Dios”, algo que podría interpretarse como un insulto, como si cualquier habitante de la Tierra fuera inferior a ellos, y dicha creencia, por tanto, resultaba a todas luces racista. Así no es extraño que un lunático, como Adolf Hitler, alcanzara democráticamente el poder con los argumentos de la supremacía racial de los arios, y con ello el odio estaba servido y alentado como excusa para aquellos alemanes.
        Aquí están expresadas las razones para comprender el sentir de los que enfrentaron el racismo judío con otro tipo de racismo, y por ello puedo entender a mi padre cuando, a la edad de doce años, se afilió a las Juventudes Hitlerianas. Era un acto de patriotismo motivado por la guerra. ¿Qué podía saber y sentir un jovencito bajo la presión propagandística del Tercer Reich y de su propia familia? Markus Heinz era su nombre y a continuación se va a narrar su historia, pues su vida, al fin y al cabo, fue necesaria para que yo existiera tal como fui concebido a partir de las teorías y experimentos de mi padre.
        De su infancia no tengo muchos datos. Sé que nació en Baviera, en la ciudad de Munich. Su padre era un próspero comerciante que con la crisis prácticamente se arruinó; y su madre, en situación similar, pertenecía a una familia con cierto abolengo venida a menos. Ambos eran muy rubios, de piel clara, ojos azules, y a su imagen y semejanza nació Markus: de pura raza aria. No tenía hermanos y asistió a una buena escuela de valores germánicos, donde sus compañeros provenían de familias de la alta burguesía. Con la llegada de Adolf Hitler al poder, su padre se afilió al Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, y más tarde, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, entró a formar parte como teniente en las Waffen-SS, de tal modo que Markus, ante el ejemplo de su padre, no tardó en incorporarse a la Juventudes Hitlerianas. Tampoco tardaría mucho en interesarse por la pureza y superioridad de los arios, desde una perspectiva eugenésica (muy en boga en aquel tiempo), y así, en 1943, tras la muerte de sus progenitores en un bombardeo aliado, llegó como huérfano consentido a la enfermería del campo de concentración de Auschwitz II, para estar a las órdenes del doctor Josef Mengele, y es a partir de entonces, prácticamente, cuando aparecen las primeras anotaciones y comentarios en sus cuadernos escritos años más tarde.

       

 

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